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PRESERVADORES DE MASCOTAS: LA PROFESIÓN DE DISECAR MUERTOS

Al entrar a la casa de Miguel Vargas, taxidermista por hobby y biólogo de profesión, nos encontramos con plantas carnívoras colgando del techo. Debajo de ellas hay urnas de cristal que contienen loros y palomas muertas, pero disecadas. Es así como nos da la bienvenida Miguel, quien con veinticuatro años de edad y cuatro como taxidermista, nos cuenta sobre este oficio en vía de extinción. 

  

Su taller está situado en el patio de su casa. No es muy distinto al de cualquier otro artista. Sobre las mesas se observan múltiples herramientas: frascos con colorante, pinceles, navajas, pegante, trozos de pieles animales y disolventes. Todo forma parte del lugar, los muros están colmados de sus obras: peces, aves, y mamíferos conforman su colección privada. Su habitación parece un museo de historia natural. De una en una, muestra diversas obras que ha realizado durante sus años de profesión, que van desde el primer perro que disecó y no obtuvo el mejor resultado, hasta una de sus codornices que guarda con aprecio.

 

“La taxidermia básicamente es el arreglo de una piel de un animal, independientemente de su clase biológica. Consiste en arreglar al ejemplar para que parezca un animal vivo y perdure después de su muerte”. Comenta Miguel.  Para iniciar el proceso, primero se debe tener el animal. En ocasiones, se los encuentra o lo aporta algún cliente, pero Miguel nunca sería capaz de matarlo. Prefiere tener tiempo sin disecar nada, antes que asesinar un animal. Luego debe observar si está en buen estado por fuera y por dentro, puesto que si está mal es imposible realizar el trabajo. Posteriormente se debe arreglar, detectar las zonas frágiles y realizar un corte desde la parte delantera del espécimen hacia su parte posterior, lo que permite separar poco a poco la piel.

 

Miguel afirma que la cabeza es la parte que debe trabajarse con más cuidado, porque es lo que más caracteriza al animal. Ya con la piel arrancada del cuerpo del ejemplar se debe hacer un molde que se adapte a las características que el animal tenía inicialmente. Algunos órganos no se pueden preservar, como la lengua, los ojos y otros tejidos blandos. Finalmente se deben unir la piel y el molde. Para este último procedimiento se debe tener en cuenta la exactitud y las medidas para evitar deformidades en el resultado final.

En este oficio visceral es imposible no tener malas experiencias. Miguel recuerda una vez en la que un cliente le llevó un animal y dijo que no había permanecido mucho tiempo sin refrigeración; sin embargo, al momento de abrirlo, el cuerpo estaba lleno de gusanos. Por eso hace énfasis en la importancia de revisar al animal por dentro y por fuera, pues luego de estar infectado por alguna bacteria o parásito es casi imposible de restaurar. Las personas que deseen disecar a su mascota deben refrigerarla inmediatamente después de la muerte. De no ser así la piel del animal empieza a oler mal y a secretar líquidos que atraen a microbios y moscas, lo que dificulta el procedimiento.                          

Disecar a un animal le toma a Miguel mínimo veinte horas, pues la delicadeza es esencial para evitar los errores. Es un trabajo de mucha paciencia. El precio base para disecar un animal es de doscientos mil pesos. El valor puede aumentar dependiendo del tamaño y la postura que el cliente desee. Una vaca o caballo puede llegar a costar alrededor de cuatro millones de pesos, en algunas ocasiones más.    

Miguel Vargas piensa que la Taxidermia es una profesión que está en vía de extinción porque es un trabajo que requiere de un alto nivel de conocimiento y perfeccionamiento que en Colombia no existe. Él aprendió de manera autónoma, leyendo y practicando por medio del ensayo y error. Cuenta que el interés por estos procedimientos nació hace cuatro o cinco años, a partir de una clase en la universidad en la que tenían que mantener ejemplares para conservación y, desde allí comprendió que almacenar animales muertos y hacerlos parecer vivos era digno de admirar.                

 

Las pocas personas que aún quedan dedicándose de lleno a esta profesión trabajan con museos y les va muy bien. La oferta y la demanda de esta labor es escasa, ya que la mayoría de personas en nuestro país no suelen ver como una opción guardar a su mascota después de la muerte. No es una decisión usual, pues suele ser algo que se desconoce o, en muchas ocasiones, los dueños de las mascotas prefieren enterrar el animal por razones económicas.

Por el contrario, las personas que han decidido disecar a un animal se les recomienda tener mucho cuidado, tratarlos de la forma más delicada posible. Para su mejor conservación es necesario evitar que sean atacados por factores externos, como el polvo, el sol, los insectos, ácaros y polillas. Es preferible mantener al espécimen en una urna, que lo proteja de factores como la humedad y la luz, porque la piel tiende a despigmentarse.

A la hora de entregar a los dueños sus mascotas disecadas, estos lloran, comienzan a llamarlos con diminutivos y a consentirlos, como a si aún estuvieran vivos. Las expresiones de cariño que se tenían hacia ellos se mantienen.

Miguel Vargas quiere seguir perfeccionando su habilidad como taxidermista para continuar haciendo perdurable el recuerdo de nuestros seres queridos.

 

Realizado por: Diana Camacho y Shirly Gordillo.

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